viernes, 6 de junio de 2014

2014, No quiero...

No quiero, ni debo,  bajar los brazos.  Debo· saldar la cuenta de una infancia iluminada por todo lo que me ofreció la escuela primaria.  Sí, estoy hablando de la escuela Carrasco y de su Directora, Olga Cossettini, con su equipo de maestros y comunidad movilizada. Escuela que me ofreció desde controles de salud hasta la subyugante biblioteca, desde los paseos por el barrio hasta la pasión por estar informada a través de los diarios de la época, desde el laboratorio de ciencias hasta el juego en el patio de tierra pero, por sobre todo, me enseñó a que soy parte responsable de la sociedad en la que nos toca vivir. 
Hoy siento la necesidad de compartir angustias e interrogantes
            Estamos dando ya las últimas puntadas al programa de las IV Jornadas Latinoamericanas “Olga Cossettini” que, como todos los años, se llevan a cabo en la ciudad de Rosario en el mes de agosto.  Es un encuentro autogestionado por un inmenso grupo de maestros comprometidos de nuestro país y de América Latina que apuestan “ para inaugurar una escuela diferente, creativa, igualitaria e inclusiva” como medio insoslayable para hallar el tan mentado bienestar social.
            Esta mañana, jueves 4 de junio, el nombre de Olga Cossettini salta en los medios de la ciudad. Es noticia porque la escuela que lleva su nombre,  ha recibido en el día de ayer, a las cuatro y media de la tarde,  balas que traspasaron las ventanas del laboratorio. Había chicos y maestras trabajando.  
No fue contra la escuela, sólo es la realidad que entra, violenta, donde tendrían que entrar maestros calificados con buenos salarios , equipo profesionales que aporten su mirada especializada para abordajes tanto de aprendizaje como de adaptación escolar o social.  Materiales de calidad para la ciencia y el arte o, simplemente, como en el caso de esta escuela que hoy me moviliza que pavimenten la calle y pongan luminarias adecuadas para facilitar los movimientos de cientos de alumnos.  No es con gendarmes y equipos bélicos “última generación” que vamos a tapar carencias estructurales tanto materiales como afectivas.
            La escuela Cossettini, como tantas otras, como casi todas, piden continuidad en las directivas, compromiso político valiente que no sólo prometan con fines de continuidad en el cargo o con ideas de escritorio que nacen y mueren junto con funcionarios de turno.
            La escuela sola no puede, es caja de resonancia de una infancia abandonada, donde tanto padece hambre, desprotección familiar e institucional como, a otro nivel socio económico, es presa del consumo, de espectáculos y actividades que sólo ofrecen lo que está de moda o padres que creen cumplir su función delegando en escuelas privadas doble escolaridad toda responsabilidad de aprendizaje de vida.  Hay desprotección de la infancia.  Víctimas y victimarios sin futuro.
            Me pregunto, les pregunto ¿qué estamos haciendo los adultos? Participamos en las instancias que nos ofrece la sociedad civil o seguimos cuidando nuestro huerto?
            Encontré, a mi modo,  una respuesta después de escribir esta sencilla reflexión:  vuelvo a la programación de las próximas jornadas Cossettini donde el eje será el libro escrito por Olga Cossettini “La escuela viva”...

                                                                                  Amanda Paccotti

Visita de Gabriela Mistral, a la derecha de la poetisa Olga Cossettini
Fuente documental Archivo Pedagógico Cossettini

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