No quiero, ni debo, bajar los
brazos. Debo· saldar la cuenta de una
infancia iluminada por todo lo que me ofreció la escuela primaria. Sí, estoy hablando de la escuela Carrasco y
de su Directora, Olga Cossettini, con su equipo de maestros y comunidad movilizada.
Escuela que me ofreció desde controles de salud hasta la subyugante biblioteca,
desde los paseos por el barrio hasta la pasión por estar informada a través de
los diarios de la época, desde el laboratorio de ciencias hasta el juego en el
patio de tierra pero, por sobre todo, me enseñó a que soy parte responsable de
la sociedad en la que nos toca vivir.
Hoy siento la necesidad de compartir angustias e interrogantes
Estamos
dando ya las últimas puntadas al programa de las IV Jornadas Latinoamericanas
“Olga Cossettini” que, como todos los años, se llevan a cabo en la ciudad de
Rosario en el mes de agosto. Es un
encuentro autogestionado por un inmenso grupo de maestros comprometidos de
nuestro país y de América Latina que apuestan “ para inaugurar una escuela
diferente, creativa, igualitaria e inclusiva” como medio insoslayable para
hallar el tan mentado bienestar social.
Esta mañana, jueves 4 de junio, el
nombre de Olga Cossettini salta en los medios de la ciudad. Es noticia porque
la escuela que lleva su nombre, ha
recibido en el día de ayer, a las cuatro y media de la tarde, balas que traspasaron las ventanas del
laboratorio. Había chicos y maestras trabajando.
No fue contra la
escuela, sólo es la realidad que entra, violenta, donde tendrían que entrar
maestros calificados con buenos salarios , equipo profesionales que aporten su
mirada especializada para abordajes tanto de aprendizaje como de adaptación
escolar o social. Materiales de calidad
para la ciencia y el arte o, simplemente, como en el caso de esta escuela que
hoy me moviliza que pavimenten la calle y pongan luminarias adecuadas para
facilitar los movimientos de cientos de alumnos. No es con gendarmes y equipos bélicos “última
generación” que vamos a tapar carencias estructurales tanto materiales como
afectivas.
La escuela Cossettini, como tantas
otras, como casi todas, piden continuidad en las directivas, compromiso
político valiente que no sólo prometan con fines de continuidad en el cargo o
con ideas de escritorio que nacen y mueren junto con funcionarios de turno.
La escuela sola no puede, es caja de
resonancia de una infancia abandonada, donde tanto padece hambre, desprotección
familiar e institucional como, a otro nivel socio económico, es presa del
consumo, de espectáculos y actividades que sólo ofrecen lo que está de moda o
padres que creen cumplir su función delegando en escuelas privadas doble
escolaridad toda responsabilidad de aprendizaje de vida. Hay desprotección de la infancia. Víctimas y victimarios sin futuro.
Me pregunto, les pregunto ¿qué
estamos haciendo los adultos? Participamos en las instancias que nos ofrece la
sociedad civil o seguimos cuidando nuestro huerto?
Encontré,
a mi modo, una respuesta después de
escribir esta sencilla reflexión: vuelvo
a la programación de las próximas jornadas Cossettini donde el eje será el
libro escrito por Olga Cossettini “La escuela viva”...
Amanda
Paccotti
Visita de Gabriela Mistral, a la derecha de la poetisa Olga Cossettini Fuente documental Archivo Pedagógico Cossettini |
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