sábado, 11 de mayo de 2013

En unos días celebraremos un cumpleaños más de Leticia Cossettini, maestra rosarina que junto a su hermana Olga, llevaron adelante una experiencia pedagógica que buscó formar un ciudadano crítico,pensante y transformador de la realidad. 

Ambas hermanas desde sus diferencias de personalidad crearon una escuela diferente que supo unir interdisciplinariamente la creación estética y la creación intelectual que se expresó en la formación integral de sus alumnos, Leticia sintetizo su pensamiento educativo de la siguiente manera:

"Le dábamos al niño oportunidad de manifestar sus ideas y realizar sus experiencias en una actividad disciplinada, en la cual las propias dotes del maestro desempeñaban un papel de gran importancia. El maestro era una presencia cálida y alerta. Estas relaciones de amor hicieron posible el gozo del trabajo y la satisfacción de la realización.
Del mundo circundante tomábamos la materia prima y la transformábamos sin olvidar que la gracia es un don natural del niño. Fomentábamos su crecimiento con un entrenamiento unificador de los sentidos y lo ejercitábamos para la vida; el saber, el sentir y la autorrealización, identificándolos con el propio ser. La armonía nacía de la unificación de todos los elementos, y del acorde entre la necesidad afectiva y la posibilidad de expresión y de realización.
Los escucho y pienso: ¡qué fácil es dar información y conocimiento! Hacer seres sensibles y capaces de acción solidaria es más difícil, más lento y trascendente.
Las materias ni tienen un límite artificioso y convencional. Estas vivencias se ordenan, tienen cohesión y se estructuran. Las impresiones y las sensaciones, los diálogos y todo ese maravilloso mundo de imágenes tienen olor de aire abierto.
El lenguaje se hace plástico. La expresión es el dibujo y el color y son los interrogantes que el niño se formula en presencia de ese microcosmos que va descubriendo.
Es un lenguaje vivo y comunicativo.
El juego puede ser arte.
El niño advierte, en el mundo que lo rodea, relaciones de orden y de belleza.
El hábito de observar, de detenerse frente a detalles fundamentales, de dialogar, no se improvisa. Es el resultado de toda una disciplina iniciada desde el momento en que ingresan en la escuela.
El mapa que el niño hace y crece con el conocimiento, como un rostro sensible donde cada rasgo tiene sentido, dice “algo”. Las llanuras, las montañas, el curso de los ríos, el nacimiento de las ciudades, el hombre y el medio natural y social, la historia de esos hombres, todo es el país: la Argentina.
El amor por la belleza no se cierra en los límites de una materia.
Toma todo el desarrollo mental del niño, integra los sentidos, es una actividad constructiva. Se ordenan los elementos dispersos, se busca el acorde de esos elementos.
El arte es un lenguaje, una forma de hablar. Según quien lo habla, y en qué época, el lenguaje cambia. Nada escapa al cambio de este lenguaje: escultura, música, poesías, literatura y también las lenguas.
¿Cuál fue mi punto de partida?: el juego.
Hay en el juego libre de los niños un constante acontecer. Participación de todo el cuerpo que se expresa por la mímica, el rostro, la voz, el ritmo, la emoción.
El punto justo de afinación estaba al intentar trasladar la atmósfera del juego libre a una expresión más formal: llámese diálogo, escena, pantomima.
Son los elementos del juego los que deben ser analizados desde el punto de vista teatral.
En el juego de los niños, el germen es el mismo, los elementos primigenios son los mismos: cambia “la clave”.
Así era la escuela. Los niños vivían en un ámbito estimulador de las fuerzas internas. Estaban en el vivir cotidiano. Había tiempo para la poesía, el dibujo, la plástica, el canto, la música, el quehacer jubiloso y creativo. El niño se educaba para “expresarse y para realizar”. Niños y maestros sentíamos esa atmósfera inductora. Nos hacíamos receptivos. Hacíamos un trabajo sutil de concordancias.
El niño se expresa como un niño, con su gracia y su verdad poética. Su gracia y su arte son extraños a su voluntad.
Primer paso: liberar el cuerpo (no enseñar actitudes).
Segundo paso: depurar el movimiento espontáneo (ser expresivo);
El cuerpo es un instrumento capaz de expresarlo todo.
Tercer paso: sugerir e introducir sencillos temas de esencia teatral.
El cuerpo de un niño es una vara de mimbre. Su cara, de una virginidad expresiva, puede alcanzar sorprendente y emocionante lenguaje.
El lenguaje del niño es múltiple, hay que ofrecerle los medios para que se exprese originalmente.
El arte infantil es posible cuando la escuela conduce al niño al descubrimiento del mundo que lo rodea y de sus relaciones de orden y armonía, cuando la autoridad del maestro está hecha de amor y conocimiento y el niño se deja conducir por su experiencia que lo ayuda a crecer.
La ternura del maestro lo salva del miedo, de la timidez y de la indecisión y el arte infantil nace con natural sencillez como un don de la gracia.
Su acción es decisiva y cualquiera que sea la asignatura o el aspecto de la educación, el maestro logra del niño lo mejor de sí mismo, al expresarse con sinceridad, al descubrir la armonía y la belleza en lo cotidiano y al conducirlo insensiblemente a niveles de expresión más altos, pero siempre verdaderos.
La aceptación de la disciplina y la asimilación de conocimientos son consecuencias de esa necesidad recíproca de amor y de libertad de expresión, y del logro de ambas.
El arte infantil es posible sin maestros de arte (la escuela actual no los posibilita)."*

*Del juego al arte infantil.-

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